"Rut una gran mujer"
“Una mujer excelente Rut”
“Rut”
RUT se arrodilla junto al montón de cebada que ha recogido durante el día.
Ya está cayendo la noche sobre los campos, y muchos trabajadores se ponen en
camino hacia la entrada de la pequeña ciudad de Belén, enclavada en una
cordillera cercana. Seguro que Rut se siente adolorida después de este largo
día de trabajo, pues casi no ha parado desde la mañana. Pero su jornada
aún no ha terminado. Ahora se pone a golpear la cebada con una vara para
desgranarla. A pesar de todo, le ha ido mejor de lo que esperaba.
¿Están por fin mejorando
las cosas para esta joven viuda? Rut siente cariño por Noemí, su suegra, y le
ha prometido quedarse con ella y hacer de Jehová, el Dios de Noemí, su propio
Dios. Las dos viudas llegaron a Belén procedentes de Moab, la tierra de Rut, y
ella ha visto que la ley de Jehová contiene disposiciones prácticas que
dignifican a los pobres de Israel, y también a los extranjeros. * Ahora
se percata de que en el pueblo de Jehová, que vive de acuerdo con la Ley, hay
quienes se destacan por su espiritualidad y bondad, y su afligido corazón se
conmueve.
Una de esas personas es
Boaz, el hombre rico y de cierta edad en cuyos campos Rut ha espigado hoy y que
la ha tratado como a una hija. Rut recuerda satisfecha las bondadosas palabras
con que la ha alabado por cuidar de su suegra, ya mayor, y por buscar refugio
bajo las alas del Dios verdadero, Jehová (Rut 2:11-13).
Aun así, a Rut
probablemente le preocupa su futuro. Siendo una extranjera pobre, viuda y sin
hijos, ¿cómo va a cubrir sus necesidades y las de Noemí durante los próximos
años? ¿Le bastará con espigar? ¿Y quién la cuidará a ella cuando
envejezca? No sabemos si la abrumaban estas inquietudes, pero sería
comprensible si así fuera. Hoy día, con las dificultades económicas que
existen, a muchas personas les asaltan esas mismas inquietudes. Al ir
descubriendo cómo ayudó a Rut la fe que tenía, veremos muchos aspectos en los
que podemos imitarla.
¿Qué constituye una
familia?
Rut trabajó duro para cubrir sus necesidades y las de Noemí
Cuando Rut termina de
desgranar la cebada y recogerla, ve que tiene aproximadamente una medida de
efá, el equivalente a unos 20 litros de capacidad. Toda aquella cebada pesa
nada menos que 14 kilos (30 libras). La amontona encima de una pieza
de tela, hace un fardo, se lo coloca sobre la cabeza y emprende el camino hacia
Belén mientras anochece (Rut 2:17).
Noemí se alegra de ver
llegar a su querida nuera y quizás hasta suelta un grito de sorpresa al ver el
pesado fardo de cebada que carga. Rut también trae algunas sobras de la comida
que Boaz ofreció a los trabajadores, y con eso cenan las dos. Noemí le
pregunta: “¿Dónde espigaste hoy, y dónde trabajaste? Llegue a ser bendito el
que se fijó en ti” (Rut 2:19). Al ver todo lo que Rut ha traído, Noemí se da
cuenta de que alguien se ha fijado en ella y la ha tratado con amabilidad.
Las dos se ponen a hablar,
y Rut le cuenta a Noemí lo amable que ha sido Boaz con ella. Noemí, conmovida,
responde: “Bendito sea él de Jehová, que no ha abandonado su bondad
amorosa para con los vivos y los muertos” (Rut 2:19, 20). Para ella, las bondades de Boaz venían de
Jehová, pues él impulsa a sus siervos a ser generosos y promete recompensarles
por sus buenas acciones (Proverbios 19:17). *
Noemí aconseja a Rut que
acepte la oferta de Boaz de continuar espigando en sus campos cerca de las
jóvenes de su casa para que los cosechadores de otros campos no la
molesten. Rut le hace caso y, además, “sigu[e] morando con su suegra”, lo cual
pone de relieve una vez más su cualidad distintiva: el amor leal (Rut 2:22, 23). ¿Y nosotros? ¿Honramos a nuestra
familia, apoyándola y ayudándola cuando hace falta? Jehová siempre se percata
de los actos de amor leal.
Rut y Noemí se ayudaron y
animaron mutuamente
¿Se puede decir que Noemí y
Rut constituían una familia? En algunas culturas se cree que para que una familia
lo sea en el pleno sentido de la palabra tiene que contar con un padre, una
madre, hijos, abuelos, etc. Pero el caso de Noemí y Rut nos ayuda a ver
que cuando uno es siervo de Jehová, su familia —aunque pequeña y tal vez
incompleta — puede llevarse muy bien y rebosar de bondad y amor.
¿Agradecemos la familia que tenemos? Jesús recordó a sus seguidores que aun
quienes no tienen familia la pueden encontrar en la congregación cristiana
(Marcos 10:29, 30).
“Es uno de nuestros recompradores”
Rut se queda espigando en
los campos de Boaz desde la cosecha de la cebada (alrededor de abril) hasta la
del trigo (alrededor de junio). Las semanas transcurren, y seguro que Noemí
sigue pensando en lo que puede hacer por su querida nuera. Antes de partir
de Moab, Noemí estaba convencida de que jamás podría encontrarle otro esposo a
Rut (Rut 1:11-13). Pero ahora empieza a pensar de otra forma.
Aborda a Rut y le dice: “Hija mía, ¿no debo buscarte lugar de descanso[?]” (Rut 3: 1). En aquellos tiempos la costumbre era que
los padres se encargaran de buscar cónyuges para sus hijos, y Rut había llegado
a ser una verdadera hija para Noemí. De ahí que Noemí quisiera encontrarle
a Rut un “lugar de descanso”, es decir, un esposo y un hogar que le
proporcionaran seguridad y protección. Pero ¿qué puede hacer Noemí?
Cuando Rut mencionó a Boaz
por primera vez, Noemí dijo: “El hombre es pariente nuestro. Es uno de
nuestros recompradores” (Rut 2:20). ¿Qué quería decir con eso? La Ley que Jehová
dio a Israel incluía unas disposiciones amorosas para aquellas familias que
atravesaban dificultades por haber caído en la pobreza o haber
perdido a un ser querido. Si una mujer enviudaba sin haber tenido hijos,
su dolor se veía incrementado por el hecho de que su esposo no tendría
posteridad y su nombre se perdería. Pero la Ley de Dios permitía que el cuñado
se casara con la viuda para que esta diera a luz un heredero que perpetuara el
nombre del difunto y heredara los bienes de la familia (Deuteronomio 25:5-7). *
Noemí le explica a Rut su
plan. Podemos imaginar cómo se le abren los ojos a la joven al escuchar
sorprendida a su suegra. Probablemente Rut aún no conoce bien la Ley, y
muchas de sus costumbres de seguro le resultan extrañas. Pero como respeta
tanto a Noemí, escucha con atención todo lo que le dice. La recomendación
que le da tal vez le resulte chocante o bochornosa y, en cierto sentido, hasta
humillante. No obstante, Rut accede y obedientemente responde: “Todo lo
que me dices lo haré” (Rut 3: 5).
A los jóvenes a veces les resulta difícil obedecer los consejos de quienes
son mayores y tienen más experiencia, pues piensan que no son capaces
de entender los retos y problemas que afronta la juventud. Pero el ejemplo de
humildad de Rut nos recuerda que hacer caso de la sabiduría de las personas
mayores que nos aman y velan por nuestros intereses puede ser muy provechoso.
Ahora bien, ¿cuál fue el consejo de Noemí? Y ¿resultó premiada la
obediencia de Rut?
Rut en la era
Al atardecer, Rut se va a
la era, un espacio llano, de tierra firme, al que varios agricultores llevan
su mies para trillarla y aventarla. Normalmente se escogía un lugar que
estuviera en la ladera o la cima de un monte, donde las brisas soplaran
con fuerza al atardecer. A fin de separar el grano de la paja y el tamo,
se utilizaba un bieldo o una gran pala para echar la mies al viento, que se
llevaba el tamo y la paja. Al ser más pesados, los granos caían de nuevo
en la era.
Rut contempla con discreción cómo los aventadores terminan poco a poco su
trabajo conforme va anocheciendo. Boaz ha estado supervisando el aventado de su
mies, y ya ha juntado una gran cantidad de cereal. Come con ganas y luego se
acuesta al lado de su montón de grano. Posiblemente esa era una práctica común
en aquella época para proteger la preciada cosecha de ladrones y merodeadores.
Cuando Rut ve que Boaz se acuesta, sabe que ha llegado la hora de llevar a cabo
el plan de Noemí.
Con el corazón acelerado,
Rut se le acerca sigilosa y al constatar que está profundamente dormido, sigue
las instrucciones de Noemí: le destapa los pies, se acuesta allí y espera. Pasa
el tiempo, que para Rut debe ser como una eternidad. Entonces, a medianoche,
Boaz empieza a moverse. Temblando de frío se incorpora, probablemente para
cubrirse de nuevo los pies. Pero nota que hay alguien. El relato bíblico
lo expresa así: “¡Mire!, ¡una mujer acostada a sus pies!” (Rut 3: 8).
“¿Quién eres?”, pregunta
él. Ella responde, tal vez con voz temblorosa: “Soy Rut tu esclava, y tienes
que extender tu falda sobre tu esclava, porque tú eres un recomprador” (Rut 3: 9). Algunos comentaristas modernos han tratado de
insinuar que las acciones y las palabras de Rut tenían cierto trasfondo sexual,
pero pasan por alto dos detalles. En primer lugar, Rut estaba siguiendo
las costumbres de la época, muchas de las cuales no se entienden hoy día.
Así que sería un error juzgar sus actos según las bajas normas morales y la
mentalidad retorcida propias de estos tiempos. En segundo lugar, la
reacción de Boaz indica que, a sus ojos, la conducta de Rut era moralmente
casta y muy encomiable.
Rut buscó a Boaz con
motivos puros y altruistas
Boaz, sin duda con un tono
dulce y tranquilizador, le dice: “Bendita seas de Jehová, hija mía. Has
expresado tu bondad amorosa mejor en el último caso que en el primer caso, al
no ir tras los jóvenes, fueran de condición humilde o ricos” (Rut 3:10). “El primer caso” se refiere al amor leal que mostró
Rut al acompañar a Noemí hasta Israel y cuidarla. “El último caso” es este.
Boaz reconoce que una joven como Rut podía haber buscado un esposo mucho más
joven, fuera rico o pobre. Pero ella quiere hacerle bien no solo a Noemí
sino también al difunto esposo de Noemí, es decir, desea perpetuar el nombre de
este en su tierra natal. Es fácil ver por qué le impresiona a Boaz el
altruismo de Rut.
Boaz añade: “Y ahora, hija
mía, no tengas miedo. Todo lo que dices lo haré para ti, porque toda
persona en la puerta de mi pueblo se da cuenta de que eres una mujer excelente”
(Rut 3:11). Le agrada la idea de casarse con Rut y puede que
no le haya extrañado del todo que le pida ser el recomprador. Pero Boaz es
un hombre justo, y no solo busca satisfacer sus propias preferencias. Le
dice a Rut que, en vista de que hay otro recomprador con una relación de
parentesco más cercana, le va a dar a él la oportunidad de casarse con ella.
Boaz insta a Rut a que vuelva a acostarse y descanse hasta que se acerque
el amanecer; así podrá marcharse sin ser vista. Él desea proteger la
reputación de ella y también la suya, pues alguien pudiera pensar
equivocadamente que han incurrido en algún tipo de conducta inmoral. Rut vuelve
a acostarse a los pies de Boaz, quizás más tranquila en vista de que él ha
respondido con tanta bondad a su petición. Unas horas después, mientras todavía
está oscuro, Boaz le llena la capa de cebada, y ella regresa a Belén con el
generoso regalo.
Rut debe sentirse
sumamente satisfecha de que Boaz haya dicho que todo el mundo la considera “una
mujer excelente”. Seguro que algo que ha influido mucho en que tenga tan buena
reputación es su anhelo de conocer a Jehová y servirle. Además, ha demostrado
una gran bondad y sensibilidad hacia Noemí y su pueblo, pues ha estado
dispuesta a adaptarse a una cultura y unas costumbres que seguramente
desconocía. Si imitamos la fe de Rut, nos esforzaremos por tratar a los
demás, así como su cultura y costumbres, con profundo respeto. Y si lo
hacemos, puede que también nos labremos una excelente reputación.
Un lugar de descanso para Rut
“¿Quién eres, hija mía?”,
dice Noemí cuando Rut llega a la casa. Aunque es posible que con la oscuridad
no la haya podido reconocer, lo que seguramente quiere saber Noemí es si
Rut todavía es la misma viuda de antes, una mujer sola y sin compromiso, o si
ya tiene la perspectiva de casarse. Rut enseguida le cuenta a su suegra todo lo
que ha pasado y le entrega el generoso regalo de cebada que Boaz le envía (Rut 3:16, 17). *
Noemí, con la sensatez que
la caracteriza, exhorta a Rut a sentarse en casa tranquila y no salir ese
día a espigar en los campos. Luego le asegura: “El hombre no tendrá
descanso a menos que haya acabado con el asunto hoy” (Rut 3:18).
Y eso es precisamente
lo que hace Boaz. Va a la puerta de la ciudad —donde suelen reunirse los
ancianos de Belén — y espera hasta que pase el hombre que tiene un
parentesco más cercano con la familia de Elimélec, el difunto esposo de Noemí.
Delante de testigos, Boaz le ofrece la oportunidad de ser el recomprador
casándose con Rut. Pero el hombre no acepta, alegando que con ello
arruinaría su propia herencia. Entonces, ante los testigos que ha reunido allí,
Boaz declara que él será el recomprador y comprará todo lo que le pertenecía a
Elimélec y se casará con Rut, la viuda de Mahlón, su hijo. La razón para
obrar así, según las propias palabras de Boaz, es “para hacer que el
nombre del muerto se levante sobre su herencia” (Rut 4:1-10). Desde luego, Boaz es un hombre recto y
altruista.
Boaz se casó con Rut y,
como dice el relato bíblico, “Jehová le concedió a ella concebir, y ella dio a
luz un hijo”. Las mujeres de Belén bendijeron a Noemí y alabaron a Rut por
serle mejor que siete hijos varones. Con el tiempo, como añade el relato, el
hijo de Rut llegó a ser antepasado de un gran rey: David (Rut 4:11- 22). David, a su vez, fue antepasado de
Jesucristo (Mateo 1: 1). *
Jehová bendijo a Rut con el
privilegio de llegar a ser antepasada del Mesías
Rut fue realmente bendecida, y también Noemí, quien la ayudó a criar al
niño como si fuera suyo. La vida de estas dos mujeres constituye un claro
recordatorio de que a Jehová Dios no le pasan desapercibidos todos los que
trabajan duro efectuando tareas humildes para mantener a su familia y, al mismo
tiempo, le sirven lealmente con su pueblo escogido. Jehová siempre recompensa a
las personas fieles que se labran una reputación excelente a sus ojos, como
hizo Rut.
Ejemplos de fe
05:0913:58
Rut
RUT se arrodilla junto
al montón de cebada que ha recogido durante el día. Ya está cayendo la noche
sobre los campos, y muchos trabajadores se ponen en camino hacia la entrada de
la pequeña ciudad de Belén, enclavada en una cordillera cercana. Seguro que Rut
se siente adolorida después de este largo día de trabajo, pues casi no ha
parado desde la mañana. Pero su jornada aún no ha terminado. Ahora se pone a
golpear la cebada con una vara para desgranarla. A pesar de todo, le ha ido
mejor de lo que esperaba.
¿Están por fin
mejorando las cosas para esta joven viuda? Rut siente cariño por Noemí, su
suegra, y le ha prometido quedarse con ella y hacer de Jehová, el Dios de
Noemí, su propio Dios. Las dos viudas llegaron a Belén procedentes de Moab, la
tierra de Rut, y ella ha visto que la ley de Jehová contiene disposiciones
prácticas que dignifican a los pobres de Israel, y también a los extranjeros. *
Ahora se percata de que en el pueblo de Jehová, que vive de acuerdo con la Ley,
hay quienes se destacan por su espiritualidad y bondad, y su afligido corazón
se conmueve.
Una de esas personas
es Boaz, el hombre rico y de cierta edad en cuyos campos Rut ha espigado hoy y
que la ha tratado como a una hija. Rut recuerda satisfecha las bondadosas
palabras con que la ha alabado por cuidar de su suegra, ya mayor, y por buscar
refugio bajo las alas del Dios verdadero, Jehová (Rut 2:11-13).
Aun así, a Rut
probablemente le preocupa su futuro. Siendo una extranjera pobre, viuda y sin
hijos, ¿cómo va a cubrir sus necesidades y las de Noemí durante los próximos
años? ¿Le bastará con espigar? ¿Y quién la cuidará a ella cuando envejezca? No
sabemos si la abrumaban estas inquietudes, pero sería comprensible si así
fuera. Hoy día, con las dificultades económicas que existen, a muchas personas
les asaltan esas mismas inquietudes. Al ir descubriendo cómo ayudó a Rut la fe
que tenía, veremos muchos aspectos en los que podemos imitarla.
¿Qué constituye una familia?
Rut trabajando duro
Rut trabajó duro para
cubrir sus necesidades y las de Noemí
Cuando Rut termina de
desgranar la cebada y recogerla, ve que tiene aproximadamente una medida de
efá, el equivalente a unos 20 litros de capacidad. Toda aquella cebada pesa
nada menos que 14 kilos (30 libras). La amontona encima de una pieza de tela,
hace un fardo, se lo coloca sobre la cabeza y emprende el camino hacia Belén
mientras anochece (Rut 2:17).
Noemí se alegra de ver
llegar a su querida nuera y quizás hasta suelta un grito de sorpresa al ver el
pesado fardo de cebada que carga. Rut también trae algunas sobras de la comida
que Boaz ofreció a los trabajadores, y con eso cenan las dos. Noemí le
pregunta: “¿Dónde espigaste hoy, y dónde trabajaste? Llegue a ser bendito el
que se fijó en ti” (Rut 2:19). Al ver todo lo que Rut ha traído, Noemí se da
cuenta de que alguien se ha fijado en ella y la ha tratado con amabilidad.
Las dos se ponen a
hablar, y Rut le cuenta a Noemí lo amable que ha sido Boaz con ella. Noemí,
conmovida, responde: “Bendito sea él de Jehová, que no ha abandonado su bondad
amorosa para con los vivos y los muertos” (Rut 2:19, 20). Para ella, las
bondades de Boaz venían de Jehová, pues él impulsa a sus siervos a ser
generosos y promete recompensarles por sus buenas acciones (Proverbios 19:17).
*
Noemí aconseja a Rut
que acepte la oferta de Boaz de continuar espigando en sus campos cerca de las
jóvenes de su casa para que los cosechadores de otros campos no la molesten.
Rut le hace caso y, además, “sigu[e] morando con su suegra”, lo cual pone de
relieve una vez más su cualidad distintiva: el amor leal (Rut 2:22, 23). ¿Y
nosotros? ¿Honramos a nuestra familia, apoyándola y ayudándola cuando hace
falta? Jehová siempre se percata de los actos de amor leal.
Rut y Noemí se
ayudaron y animaron mutuamente
¿Se puede decir que
Noemí y Rut constituían una familia? En algunas culturas se cree que para que
una familia lo sea en el pleno sentido de la palabra tiene que contar con un
padre, una madre, hijos, abuelos, etc. Pero el caso de Noemí y Rut nos ayuda a
ver que cuando uno es siervo de Jehová, su familia —aunque pequeña y tal vez
incompleta — puede llevarse muy bien y rebosar de bondad y amor. ¿Agradecemos
la familia que tenemos? Jesús recordó a sus seguidores que aun quienes no
tienen familia la pueden encontrar en la congregación cristiana (Marcos 10:29,
30).
“Es uno de nuestros
recompradores”
Rut se queda espigando
en los campos de Boaz desde la cosecha de la cebada (alrededor de abril) hasta
la del trigo (alrededor de junio). Las semanas transcurren, y seguro que Noemí
sigue pensando en lo que puede hacer por su querida nuera. Antes de partir de
Moab, Noemí estaba convencida de que jamás podría encontrarle otro esposo a Rut
(Rut 1:11-13). Pero ahora empieza a pensar de otra forma. Aborda a Rut y le
dice: “Hija mía, ¿no debo buscarte lugar de descanso[?]” (Rut 3: 1). En aquellos
tiempos la costumbre era que los padres se encargaran de buscar cónyuges para
sus hijos, y Rut había llegado a ser una verdadera hija para Noemí. De ahí que
Noemí quisiera encontrarle a Rut un “lugar de descanso”, es decir, un esposo y
un hogar que le proporcionaran seguridad y protección. Pero ¿qué puede hacer
Noemí?
Cuando Rut mencionó a
Boaz por primera vez, Noemí dijo: “El hombre es pariente nuestro. Es uno de
nuestros recompradores” (Rut 2:20). ¿Qué quería decir con eso? La Ley que
Jehová dio a Israel incluía unas disposiciones amorosas para aquellas familias
que atravesaban dificultades por haber caído en la pobreza o haber perdido a un ser querido. Si una
mujer enviudaba sin haber tenido hijos, su dolor se veía incrementado por el
hecho de que su esposo no tendría posteridad y su nombre se perdería. Pero la
Ley de Dios permitía que el cuñado se casara con la viuda para que esta diera a
luz un heredero que perpetuara el nombre del difunto y heredara los bienes de
la familia (Deuteronomio 25:5-7). *
Noemí le explica a Rut
su plan. Podemos imaginar cómo se le abren los ojos a la joven al escuchar
sorprendida a su suegra. Probablemente Rut aún no conoce bien la Ley, y muchas
de sus costumbres de seguro le resultan extrañas. Pero como respeta tanto a Noemí,
escucha con atención todo lo que le dice. La recomendación que le da tal vez le
resulte chocante o bochornosa y, en cierto sentido, hasta humillante. No
obstante, Rut accede y obedientemente responde: “Todo lo que me dices lo haré”
(Rut 3: 5).
A los jóvenes a veces
les resulta difícil obedecer los consejos de quienes son mayores y tienen más
experiencia, pues piensan que no son capaces de entender los retos y problemas
que afronta la juventud. Pero el ejemplo de humildad de Rut nos recuerda que
hacer caso de la sabiduría de las personas mayores que nos aman y velan por
nuestros intereses puede ser muy provechoso. Ahora bien, ¿cuál fue el consejo
de Noemí? Y ¿resultó premiada la obediencia de Rut?
Rut en la era
Al atardecer, Rut se
va a la era, un espacio llano, de tierra firme, al que varios agricultores llevan su mies para trillarla y aventarla.
Normalmente se escogía un lugar que estuviera en la ladera o la cima de un monte,
donde las brisas soplaran con fuerza al atardecer. A fin de separar el grano de
la paja y el tamo, se utilizaba un bieldo o una gran pala para echar la mies al
viento, que se llevaba el tamo y la paja. Al ser más pesados, los granos caían
de nuevo en la era.
Rut contempla con
discreción cómo los aventadores terminan poco a poco su trabajo conforme va
anocheciendo. Boaz ha estado supervisando el aventado de su mies, y ya ha
juntado una gran cantidad de cereal. Come con ganas y luego se acuesta al lado
de su montón de grano. Posiblemente esa era una práctica común en aquella época
para proteger la preciada cosecha de ladrones y merodeadores. Cuando Rut ve que
Boaz se acuesta, sabe que ha llegado la hora de llevar a cabo el plan de Noemí.
Con el corazón
acelerado, Rut se le acerca sigilosa y al constatar que está profundamente
dormido, sigue las instrucciones de Noemí: le destapa los pies, se acuesta allí
y espera. Pasa el tiempo, que para Rut debe ser como una eternidad. Entonces, a
medianoche, Boaz empieza a moverse. Temblando de frío se incorpora,
probablemente para cubrirse de nuevo los pies. Pero nota que hay alguien. El
relato bíblico lo expresa así: “¡Mire!, ¡una mujer acostada a sus pies!” (Rut
3: 8).
“¿Quién eres?”,
pregunta él. Ella responde, tal vez con voz temblorosa: “Soy Rut tu esclava, y
tienes que extender tu falda sobre tu esclava, porque tú eres un recomprador”
(Rut 3: 9). Algunos comentaristas modernos han tratado de insinuar que las
acciones y las palabras de Rut tenían cierto trasfondo sexual, pero pasan por
alto dos detalles. En primer lugar, Rut estaba siguiendo las costumbres de la
época, muchas de las cuales no se entienden hoy día. Así que sería un error
juzgar sus actos según las bajas normas morales y la mentalidad retorcida
propias de estos tiempos. En segundo lugar, la reacción de Boaz indica que, a
sus ojos, la conducta de Rut era moralmente casta y muy encomiable.
Rut y Boaz
Rut buscó a Boaz con
motivos puros y altruistas
Boaz, sin duda con un
tono dulce y tranquilizador, le dice: “Bendita seas de Jehová, hija mía. Has
expresado tu bondad amorosa mejor en el último caso que en el primer caso, al
no ir tras los jóvenes, fueran de condición humilde o ricos” (Rut 3:10). “El
primer caso” se refiere al amor leal que mostró Rut al acompañar a Noemí hasta
Israel y cuidarla. “El último caso” es este. Boaz reconoce que una joven como
Rut podía haber buscado un esposo mucho más joven, fuera rico o pobre. Pero
ella quiere hacerle bien no solo a Noemí sino también al difunto esposo de
Noemí, es decir, desea perpetuar el nombre de este en su tierra natal. Es fácil
ver por qué le impresiona a Boaz el altruismo de Rut.
Boaz añade: “Y ahora,
hija mía, no tengas miedo. Todo lo que dices lo haré para ti, porque toda
persona en la puerta de mi pueblo se da cuenta de que eres una mujer excelente”
(Rut 3:11). Le agrada la idea de casarse con Rut y puede que no le haya
extrañado del todo que le pida ser el recomprador. Pero Boaz es un hombre
justo, y no solo busca satisfacer sus propias preferencias. Le dice a Rut que,
en vista de que hay otro recomprador con una relación de parentesco más
cercana, le va a dar a él la oportunidad de casarse con ella.
Boaz insta a Rut a que
vuelva a acostarse y descanse hasta que se acerque el amanecer; así podrá
marcharse sin ser vista. Él desea proteger la reputación de ella y también la
suya, pues alguien pudiera pensar equivocadamente que han incurrido en algún
tipo de conducta inmoral. Rut vuelve a acostarse a los pies de Boaz, quizás más
tranquila en vista de que él ha respondido con tanta bondad a su petición. Unas
horas después, mientras todavía está oscuro, Boaz le llena la capa de cebada, y
ella regresa a Belén con el generoso regalo.
Rut debe sentirse sumamente satisfecha de que
Boaz haya dicho que todo el mundo la considera “una mujer excelente”. Seguro
que algo que ha influido mucho en que tenga tan buena reputación es su anhelo
de conocer a Jehová y servirle. Además, ha demostrado una gran bondad y
sensibilidad hacia Noemí y su pueblo, pues ha estado dispuesta a adaptarse a
una cultura y unas costumbres que seguramente desconocía. Si imitamos la fe de
Rut, nos esforzaremos por tratar a los demás, así como su cultura y costumbres,
con profundo respeto. Y si lo hacemos, puede que también nos labremos una
excelente reputación.
Un lugar de descanso
para Rut
“¿Quién eres, hija
mía?”, dice Noemí cuando Rut llega a la casa. Aunque es posible que con la
oscuridad no la haya podido reconocer, lo que seguramente quiere saber Noemí es
si Rut todavía es la misma viuda de antes, una mujer sola y sin compromiso, o
si ya tiene la perspectiva de casarse. Rut enseguida le cuenta a su suegra todo
lo que ha pasado y le entrega el generoso regalo de cebada que Boaz le envía
(Rut 3:16, 17). *
Noemí, con la sensatez
que la caracteriza, exhorta a Rut a sentarse en casa tranquila y no salir ese
día a espigar en los campos. Luego le asegura: “El hombre no tendrá descanso a
menos que haya acabado con el asunto hoy” (Rut 3:18).
Y eso es
precisamente lo que hace Boaz. Va a la puerta de la ciudad —donde suelen
reunirse los ancianos de Belén — y espera hasta que pase el hombre que tiene un
parentesco más cercano con la familia de Elimélec, el difunto esposo de Noemí.
Delante de testigos, Boaz le ofrece la oportunidad de ser el recomprador
casándose con Rut. Pero el hombre no acepta, alegando que con ello arruinaría
su propia herencia. Entonces, ante los testigos que ha reunido allí, Boaz
declara que él será el recomprador y comprará todo lo que le pertenecía a
Elimélec y se casará con Rut, la viuda de Mahlón, su hijo. La razón para obrar
así, según las propias palabras de Boaz, es “para hacer que el nombre del
muerto se levante sobre su herencia” (Rut 4:1-10). Desde luego, Boaz es un
hombre recto y altruista.
Boaz se casó con Rut
y, como dice el relato bíblico, “Jehová le concedió a ella concebir, y ella dio
a luz un hijo”. Las mujeres de Belén bendijeron a Noemí y alabaron a Rut por
serle mejor que siete hijos varones. Con el tiempo, como añade el relato, el
hijo de Rut llegó a ser antepasado de un gran rey: David (Rut 4:11- 22). David,
a su vez, fue antepasado de Jesucristo (Mateo 1: 1). *
Rut y Boaz con su hijo
y Noemí
Jehová bendijo a Rut
con el privilegio de llegar a ser antepasada del Mesías
Rut fue realmente
bendecida, y también Noemí, quien la ayudó a criar al niño como si fuera suyo.
La vida de estas dos mujeres constituye un claro recordatorio de que a Jehová
Dios no le pasan desapercibidos todos los que trabajan duro efectuando tareas humildes
para mantener a su familia y, al mismo tiempo, le sirven lealmente con su
pueblo escogido. Jehová siempre recompensa a las personas fieles que se labran
una reputación excelente a sus ojos, como hizo Rut.
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